Theo Parrish. Protagonista absoluto del 18 cumpleaños de Goa Electronic Parties. Ese sería el resumen a grosso modo de My Pleasure. Pero más allá del set del americano, que polarizó como nunca al público, hubo otros elementos que hicieron de esta Goa un aniversario especial.
El primero de todos y más evidente fue el cierre de la zona Satelite. La bass music de los chicos de Araña se mudaba a la Crystal Club y el habitual deep-house de ésta se mudaba a la Upper Floor. Una zona menos y una vuelta a las tres que siempre hubo. Se nota que la afluencia de público ha bajado, lo mismo la Goa ha dejado de ser una moda (por las razones que sean) y volvemos a acudir los fieles de siempre.
Antes he dicho que hubo tres zonas, eso no es del todo cierto puesto que se habilitó una cuarta zona especial donde solo unos pocos que tuvieran ciertas aptitudes y actitudes podían pasar para darse unos azotes y unos magreos. Todo para saciar la líbido más libertina entre mucho cuero y dominación.
Antes he dicho que hubo tres zonas, eso no es del todo cierto puesto que se habilitó una cuarta zona especial donde solo unos pocos que tuvieran ciertas aptitudes y actitudes podían pasar para darse unos azotes y unos magreos. Todo para saciar la líbido más libertina entre mucho cuero y dominación.
Aunque el verdadero placer fue musical, y se encontraba en una Upperfloor que abrieron los chicos de Alma Soul Music. Primero Javier Varez y luego DLow, las dos cabezas visibles del label madrileño, destaparon su tarro de las esencias house bañadas en funk cósmico para echar los primeros y animados bailes según caía la tarde. Por supuesto sonaron muchas referencias del sello y algún tema selecto de Dj Koze. El relevo de D Low vino dado por uno de los residentes de Goa y gran amigo de sus antecesores en cabina: Marcos In Dub. El hombre que tiene el pelo con más groove de la escena apretó las tuercas al público a base de Tech-House. El resultado era mucha gente joven reventando el aforo de la Upper. Y todos exhaustos de tanto baile.
Y entonces llegó él. Apareció el gran Theo Parrish, con una hora de retraso (cosas de aviones), y eso marcó el punto de inflexión de la fiesta. El americano llegó para hacer lo que le dio la real gana. No fue solo electrónica, fue música en el amplio espectro de la palabra. Para empezar con hip-hop, soul y funk clásico. Todo en impoluto vinilo. Maestría old-school que poca gente en la pista entendió, lo que hizo que solo nos quedáramos allí los melómanos. Algo menos de media pista que disfrutó por dos. Y el dj, el más embriagado por la música de los presentes, gozaba en un edén de abundancia de calidad sonora.
De Nas, a Radiohead, de deep-house a acid-house, de disco y rollo afro a pequeñas gotas de techno detroitiano; y gloria bendita para los presentes. El placer de la música por encima del placer visual puesto que el dj de forma iracunda echó el mamoneo del performance con una chica con los pechotes al aire y un eunuco embutido en cuero al grito de "ONLY MUSIC, MAN! GO OUT!"; y todo esto haciendo un fuck you con su falange corazón a la troupe de la organización, fotógrafo incluido. La ovación que se llevó fue de época. Su aura de gurú se engrandeció y siguió moviendo al personal al ritmo que él quería. Cuando acabó su set chocó la mano a todo el mundo que se la estiraba.
De Nas, a Radiohead, de deep-house a acid-house, de disco y rollo afro a pequeñas gotas de techno detroitiano; y gloria bendita para los presentes. El placer de la música por encima del placer visual puesto que el dj de forma iracunda echó el mamoneo del performance con una chica con los pechotes al aire y un eunuco embutido en cuero al grito de "ONLY MUSIC, MAN! GO OUT!"; y todo esto haciendo un fuck you con su falange corazón a la troupe de la organización, fotógrafo incluido. La ovación que se llevó fue de época. Su aura de gurú se engrandeció y siguió moviendo al personal al ritmo que él quería. Cuando acabó su set chocó la mano a todo el mundo que se la estiraba.
Papeleta difícil la que dejó el americano al francés Llorca como Art of Tones. Porque la gente que quedaba se fue: o a su casa con la sonrisa en la cara o a otras zonas de Fabrik tras estar tres horas seguidas en el mismo sitio. Nosotros decidimos pasar por la pista principal para ver a Nic Fanciulli cerrar. El problema es que tras la lección del americano, que se quedó marcada a fuego, hacía que cualquier cosa no admitiera comparación porque saldría claramente perdiendo. Fanciulli tiró de tech-house bailongo a la par que potente pero era como la gaseosa sin fuerza, sin personalidad. La chavalada ávida de jolgorio le parecería lo más, el que venía de la Upper le entraba por un oído y le salía por el otro. Aunque cerrar con Jaguar siempre es un punto a favor tanto para la masa como para el individuo. Y es que al final solo es música. Bendita música.
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Fotos y vídeos: Electrónica & Roll
Nota: Desde aquí queremos dar gracias infinitas al técnico de sonido con gorra de la Upper Floor que nos permitió tomar unos planos desde cabina. Majete, del Atleti y antidirectiva, así da gusto. También mandamos un saludo al que no nos dejó pasar porque se pensaba que le estábamos tomando el pelo cuando le dijimos que queríamos grabar desde cabina para un reportaje.
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