El mayor fenómeno meme de la cultura electrónica tiene su propia historia
Berlín, 8 de julio del año 2000. Se está celebrando la Fuck Parade en las calles de la ciudad alemana, una versión alternativa a la archifamosa Love Parade. El video artista experimental Matthias Fritsch está grabando lo que sucede con varias cámaras. Una esta situada a la altura de la rodilla en la parte posterior de un vehículo desde donde se está pinchando una música frenética. Una chica que baila con ímpetu esta siendo molestada por un asistente. Aparece un hercúleo personaje sin camiseta que parece salido de la mitología nórdica para mediar y apartar al pesado de turno. Tras ello se produce la icónica imágen del dedo señalador en alto acompañado de una mirada de muy pocos amigos que da verdadero respeto, por no decir miedo. Al principio da la impresión que es alguien de la organización pero la marcha se retoma y el inesperado héroe descamisado comienza a bailar con movimientos espasmódicos gracias a la química que corre por sus venas. En 2006 aquella toma de cuatro minutos la Knee Camara Nº1 se publica en YoutTube por primera vez. En 2007 nace el mito del Technoviking convirtiéndose en el primer fenómeno viral clubber de la era Youtube. Y claro, Fritsch sacó tajada de aquello tan solo con la cantidad de reproducciones del vídeo original, que se contaban en millones. Un inesperado éxito que vino acompañado de un archivo de todos los memes relacionados con el personaje y hasta se fabricaron figuras de juguete y camisetas.
De eso trata el documental The Story Of Technoviking, donde el propio Fritsch cuenta la historia de su famoso vídeo. Unas imágenes por las que fue demandado por el anónimo protagonista (a fecha de hoy aún se desconoce su identidad a pesar de publicaciones fake como esta) y que se saldó con un coste de 23.000€ solo en gastos judiciales y en abogados para el director. Aún así el autor sacó adelante este proyecto en su decimoquinto aniversario a través de una campaña de Kickstarter.
Por supuesto nunca vemos al justiciero ravero por excelencia, tan solo su figura en una sombra. Más allá de la simpatía que despierta este personaje en el imaginario popular, lo que se plantea en el documental es mucho más interesante, ¿hasta qué punto somos dueños de nuestra propia imagen cuando nos graban en un lugar público fuera de nuestra esfera privada?
Por supuesto nunca vemos al justiciero ravero por excelencia, tan solo su figura en una sombra. Más allá de la simpatía que despierta este personaje en el imaginario popular, lo que se plantea en el documental es mucho más interesante, ¿hasta qué punto somos dueños de nuestra propia imagen cuando nos graban en un lugar público fuera de nuestra esfera privada?
Dejamos la versión en inglés de 50 minutos. Para ver la versión de 90 minutos deberás contactar con Matthias Fritsch.
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