Por Armando Gallego
Para los que estamos pasados de bombo pero seguimos las reglas del frenético mundo de la música electrónica, la búsqueda de nuevos nombres y desconocidos sonidos es vital para seguir amando la electrónica. Es como una droga: nos da placer y satisfacción al oído. Somos adictos a esa sensación. A principios del pasado año el nombre de Mattheis se cruzó en mi camino, una suerte de artista que me cautivo desde el principio. No tengo oídos para otro porque fue un flechazo instantáneo.
Holandés de nacimiento y prodigioso diseñador de melodías como profesión, éste músico de Róterdam se ganó mis respetos a cada producción suya que escuchaba. Primero fue con la cassette Luminous Frames editada por Ecstatic –subsello de Kompakt– en enero de 2015. Después con los sucesivos lanzamientos a través de su sello Nous'klaer Audio –donde su álbum de debut Kindred Phenomena fue la confirmación de que Mattheis iba muy en serio. Tremendo y excelso LP que no dudé en incluir en lo más alto del año pasado en mi Top personal para esta casa. Las ganas por verle en directo para justificar que todo el talento que apunta es real. Y en estas llegó Mondo Disko anunciando el directo de Mattheis y el set de Massimiliano Pagliara en una noche inédita que, por supuesto, no había opción a perderse salvo por causa mayor.
Con todos estos antecedente difícil disimular la excitación previa que me corroía con esta cita. Que estamos hablando de un tal Matthijs Verschuure que viene desde Holanda y ha publicado un puñado de referencias, uno de tantos que despuntan pero aquí no vendría porque no llena salas como, por ejemplo, Paco Osuna –la verdad, duele–. Sinceramente, acudir a un festival europeo para disfrutarle en directo era la opción más probable si quería verlo. Pero allí estaba yo, al final de la pista, buscando mi zona confort auditivo para el esperado encuentro. Un encuentro que se retrasó unos minutos, algo que no importó en absoluto ya que Javi Redondo volvía a ofrecernos un warm up impecable. Otro más para el historial de este gran residente.
El pufo era una posibilidad. Así es, porque no sería el primero que viene con su "aclamado Live" y hace algo así como: darle al play, pegarse la fiesta padre y llevárselo bien calentito para casa –además de ofrecer un directo enlatado y sincronizado para que suene perfecto y sin alma, ya sabéis a lo que me refiero–. Pero lo que se rumiaba en la pista confirmó que no había lugar para la decepción porque todos habíamos presenciado algo especial y notable. Un viaje sonoro con sus aciertos, desaciertos e intenciones encontradas.
Como todo en esta vida lo bueno se acabó muy pronto, demasiado. No soy un experto en cacharrería fina, por lo que no puedo deciros con que máquinas tocó las piezas 'LS', 'Swell', 'PR6' o 'PR8', así como otras desconocidas que igualmente maravillaron, pero lo que sí os puedo asegurar es que esas máquinas llevaban LSD en su interior. Mattheis se convirtió en nuestro chamán durante una hora. La fantasía y los sentimientos de las épicas, complejas y fascinantes melodías nos hipnotizaron. Ensancharon nuestras pupilas de principio a fin. ¡La psicodelia se apoderó de la pista! Los organizadores arriesgaron y ganaron.
En realidad ganamos todos, la pista estaba llena y, extraordinariamente, entregada al difícil discurso del holandés. Los allí presentes podemos decir que vimos actuar a Mattheis. Las comparaciones son odiosas, pero este señor pide sitio junto a héroes de la fantasía electrónica como James Holden. El tiempo dirá.
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