Brunch In Madroit

Octave One y Moodymann trajeron el sonido de la ciudad del motor en la edición más exitosa de Brunch In The Park

Se puede decir alto y claro cumpliéndose el dicho de que a la tercera fue la vencida. La edición madrileña de Brunch In The Park ha eclosionado, ¡y de qué forma!, en su tercera cita en el Parque Tierno Galván. Si en la primera la organización estuvo sobrepasada pero hubo una música de muchos quilates, y en la segunda todo se solucionó pero los artistas fueron algo ramplones; el pasado domingo las dos piezas del puzzle casaron por fin a la perfección. Todo fluyó, sin ningún tipo de problema y de forma natural, esa es la mejor descripción que se puede hacer de una jornada donde Detroit estuvo más presente que nunca con un Moodymann más inspirado que en su penúltimo paso por la capital y un directo de unos Octave One que siempre son un valor seguro en estas lides. Y todo ello con una asistencia más que considerable, demostrando que en Madrid este tipo de eventos diurnos pueden funcionar sin problemas ni sobresaltos.


La jornada comenzaba con un sol de justicia y un tiempo veraniego. En cabina Víktor Flores, la cabeza visible de RBMA en España, y el ambiente bastante más animado a esas horas que en otras ocasiones. El foso era territorio de los más pequeños que no paraban de jugar al ritmo House que imponía el gallego. Él mismo quiso decir que aún era verano a través de la música con ese trallazo de remezcla de Kornél Kovács al 'Summer Nites' de The Members Of The House para acto seguido lanzar el clásico 'Promise Land' de Joe Smooth. En ese sentido acertó al plantear un set alegre y con contenido para unas primeras horas en las que acoger acomodo para lo que vendría después.

Lo que vino después fue un Sau Poler que tenía la papeleta de hacerle un warm-up a esa jukebox con patas que es Moodymann. El de Badalona, fiel a sí mismo sin renunciar a sus toques melódicos y a un groove a partes iguales entre el músculo y la seda, optó por un House heterogéneo mezclando sin distinción vinilos con archivos digitales. Sonido cálido que a veces recrudecía y salteaba con elementos ácidos y tribales y aparcando los más discoides y funky para no pisar a la gran estrella. Supo adaptarse demostrando la gran madurez adquirida y el gran momento de forma en el que está.


Y por fin llegó Moodymann, que como siempre genera controversia por donde pasa. Su actitud Nigga y PIMP como seña de identidad quedó bien patente en un anfiteatro lleno hasta la bandera. Ni siquiera puso el primer disco. Bueno, ni el segundo, ni el tercero. Esa tarea se la dejó a una de sus dos esculturales acompañantes de piel de ébano. Obviamente la buena mezcla brillaba por su ausencia lo que despertó las iras de algunos presentes que no entendían nada. Cuando el enmascarado Kenny Dixon Jr. comprobó que la gracia no daba para más, se decidió a ponerse a los mandos.

Como hemos dicho antes, Moodymann más que un Dj al uso es un jukebox con un vasto conocimiento musical. También le gusta el show y esa pose maestro de ceremonias cual sacerdote en misa por lo que el micro es uno de sus elementos fundamentales. Su estilo es ecléctico al beber de muchas y diversas fuentes, principalmente del House de corte clásico y las raíces Funky y Disco de éste, pero también puede desmarcarse por géneros más puramente electrónicos o incluso guitarreros ('Seven Nation Army' nunca mais!). La duda era saber si iba a tener el día fino o simplemente una parada técnica en España a llevarse el verde(y no solo lo que fuma) bien calentito. Por suerte, fue lo primero. Y si bien es cierto que cuando veía que una mezcla era muy complicada optaba por empuñar el micro, o directamente ni se molestaba en cuadrar, cuando las clavaba era un gancho de derechas. De Moderat y su 'Bad Kingdom' al 'Long Train Runnin' de The Dubbie Brothers, del Deep House más profundo al funk irreducto y popero de Jamiroquai con 'Little L'. Una baraja llena de estilos impredecibles de una mezcla a otra que supo jugar con inteligencia para disfrute de un público que ya estaba ansioso de subir una marcha más cuando los hermanos Burden estaban preparando sus máquinas al lado.


Porque si por algo se va a recordar este Brunch es por el poderío demostrado, una vez más, por Octave One. Su Techno analógico bañado en Soul y presentado en directo sin ordenador mediante y mil cachivaches para retorcer, es sinónimo de apuesta segura y más para cerrar un festival de este estilo. Otro derroche de energía en vena que la multitud asimilaba al unísono. Tampoco es que hicieran algo novedoso si los has visto antes. Recurrieron sus temas clásicos y otros algo más actuales como 'New Life' o los de su último álbum; pero como su música es tan potente, efusiva y visceral siempre entra bien. Y cuando en tu discografía tienes un himno como 'Blackwater' que utilizas para cerrar, las puertas del cielo se abren en una explosión de felicidad colectiva. Todos contentos, todos satisfechos, todos entregados.


El domingo es la última cita de Brunch In The Park con Tiga, Damian Lazarus y Javi Redondo en su cartel y será la forma de despedir una iniciativa que ha dado alegría a las tardes de los domingos. Esperemos que la propuesta se repita el año que viene y si no vuelve, al menos quedará la conciencia de haber hecho bien los deberes.










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