BurnUnexpected, una fiesta en un pueblo abandonado

Vivencias de un sarao donde menos te lo esperas

Hace justo una semana las buenas de gentes de Burn nos citaron en Moncloa. Su invitación tenía forma de bote de spray Montana y solo sabíamos que nos iban a llevar a una localización a las afueras de Madrid (a unos 30 minutos de la capital). Eramos uno de los 100 privilegiados que disfrutaríamos de la actuación de un dj de renombre internacional que sería retransmitido en streaming. También había comida y bebida gratis. ¡Cómo para decir que no!


Puntualmente nos presentamos a las 18:00h en el sitio acordado y rapidamente nos metimos con diferentes compañeros de otros medios de comunicación en el primer bus privado que nos iba a llevar a un destino desconocido. Durante el trayecto comenzaron las quinielas sobre el lugar y sobre el invitado ambos envueltos en un secretismo absoluto. El nombre de la campaña era Burn Unexpected: había que esperar lo inesperado.

Es sorprendente como las marcas de bebidas buscan el más difícil todavía para sus eventos promocionales porque tras unos largos 40 minutos de travesía y tras situarnos en prácticamente en el borde exterior de la Comunidad de Madrid llegamos al pueblo fantasma de El Alamín, situado cerca del municipio de Villa del Prado. Sí, la fiesta era en lugar abandonado con sus leyendas que manchan los calzoncillos a los seguidores de Iker Jiménez. Aunque el montaje, con el fuego de unos barriles iluminando la calle central y con la organización dándonos antorchas para llegar a la iglesia, recordaba más a una película de Kubrik sobre sociedades ocultas pero cambiando los altos gerifaltes de la high class por influencers, periodistas, promotores y agencias de comunicación. Y por supuesto, todo el mundo instagrameando buscando la foto más chula con el hastag #BurnUnexpected porque aquí se viene a comer, beber, bailar, reir y posturear. ¡A ver cuándo te encuentras en otra así!


La iglesia estaba perfectamente acondicionada con un potente soundsystem, dos barras, iluminación led, el altar repintado con mucho color y la pila bautismal llena de latas de Burn. La primera planta estaba reservada a quien quisiera desenvolverse con el spray ya que Burn siempre intenta aunar música con arte urbano. La sensación es que detrás de todo esto había trabajo de producción impecable que además se redondeaba con un suculento catering y un foodtruck con unas sabrosas hamburguesas, que para muchos quitaron el protagonismo al que se suponía que era el gran invitado.


¡Ah sí! ¡La música! Que todo esto iba de música además de hacer branding y networking. Pues nos recibió el ganador de Burn Residency de 2016, el italiano Lorenzo Gianieri conocido como Lollino que puso una música bailonga entre un House animoso y un Tech plano como si no hubiera vuelto de Ibiza pero que también tenía sus pequeños puntos álgidos recurriendo a clásicos como Nina Simone.

El invitado sorpresa no lo fue tanto en cuanto vimos una mesa Model1 de Playdifferently. En otras palabras: Paco Osuna. Todo muy digitalizado, bombo continuo con delays y filtros a tope. Un día más en la oficina para el catalán. Los influencers se lo pasaban pipa y los de la prensa especializada torciamos el morro. Lo normal.


El cierre correspondió para el turco Furkan Kurt, el ganador de este año de Burn Residency, y sinceramente fue el más acertado de los tres porque con él volvió el groove y la variedad, ya que fue el que sacó a la gente del bucle anterior. Una pena que no disfrutaramos más de su set (y de beber por la cara) pero los primeros buses volvían al centro y fue la llamada para los que teníamos que recogernos pronto. Aún así fue una grata experiencia poder disfrutar de una fiesta fuera de lo típico con un montaje tan espectacular.

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