El británico en la serie Balance. Por Armando Gallego aka Blac
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En la trayectoria ascendente de cualquier oficio la superación de retos es obligatoria. Quemar etapas, superarlas, supone un esfuerzo pocas veces imaginable y no siempre se consiguen los resultados esperados o proyectados. Cuenta James Zabiela que, cuando le ofrecieron ser partícipe del legado de la prestigiosa serie Balance, tuvo dudas, y hasta cierto vértigo, pero no pudo rechazar la oferta, el desafío: afrontó dar un paso más en su carrera e intentar estar a la altura. Ha transcurrido un año desde aquella llamada telefónica, un proceso que llegó a calificar como horrible: no se imaginó la presión que tendría que soportar con el reto. En el proceso de elaboración lidió con la autoexigencia por alcanzar el nivel de algunos de sus mentores e ídolos años atrás, ya que para él era un honor ser partícipe de esta saga y cumplir con las expectativas.
Durante la gestación del que sería el vigésimo noveno capítulo de la serie, Zabiela seleccionó "toneladas de música" para intentar lograr una cohesión natural durante toda la mezcla; la cual estaría compuesta por dos actos/sesiones dispares. Cómo resultado surgieron diferentes versiones de cada acto: dos del primero, otras tres del segundo, una versión con menos temas porque no se consiguieron las necesarias licencias, cambios en el tracklist final... un proceso con altibajos, con luces y sombras –enfermó y tuvo algún episodio familiar trágico–, qué influyó directamente en la visión personal que deseaba mostrar en la obra, llegando a la catarsis del proceso. Cuando tuvo claro que versiones eran las definitivas por fin empezó a disfrutar del esfuerzo realizado, posicionado en la tesitura de mostrar su trabajo finalizado, presentando al mundo su legado.
Para la realización del Balance utilizó un controlador Pioneer DDJ-RX –lo que nos indica que la mezcla está sincronizada– y una alfombra, ya que tuvo que reemplazar la que tenía en el salón porque le hizo un agujero por el desgaste de pasar tanto tiempo sobre ella. En la majestuosa selección final de los temas, se aprecian varias intenciones: adaptación a las corrientes actuales, apuesta por el eclecticismo e intención por lograr mezclas/transiciones complejas que sorprendan al oyente. James Zabiela consigue que su Balance suene a él mismo pero variando su discurso más conocido: la melodía es innegociable, pero no duda en cambiar de estilos y géneros durante los dos actos. No sería extraño que los seguidores primigenios del autor, en primera escucha, tuvieran ciertas reticencias con el resultado. Estamos ante una versión distinta del de Southampton, ante una clara evolución de su visión musical que busca ser trascendental. Asume el riesgo optando por productores y estilos nunca antes escuchados en algunas de sus sesiones.
El primer acto es una suerte de escucha relajada, para disfrutar en casa o durante un viaje. Apenas supera la hora de duración pero es una experiencia hipnotizadora durante todo su recorrido, con un comienzo optimista y un desenlace cautivador. Entre medias la escucha nos lleva por diferentes estados, con un pulso contenido y haciendo de la melodía el hilo conductor; porque hay momentos sin baterías de por medio, donde los arpegios y melodías mandan para aflorar el sentimiento. Como mencionaba anteriormente, hay transiciones muy logradas que crean situaciones de trance y enriquecen la escucha del acto: la trabajada pre-producción nos descubre sorprendentes resultados en la combinación de los 25 tracks que forman el tracklist, algo a descubrir por el oyente.
El segundo acto muestra una versión más conocida del británico, con una mayor cadencia en el desarrollo de la mezcla y una euforia contenida en el comienzo. Ofrece un acercamiento a la pista de baile que se destapa a los pocos minutos de dar al play. Zabiela deja su sello personal en este acto sobre los minutos 24 y 29, un pequeño detalle que agradará al fan. La mezcla prosigue atravesando diferentes estados y estilos, acompañados por melodías y vocales, llegando al Techno con gran solvencia. La épica llega en los momentos indicados: cuando uno no se lo espera, como el final del mismo tras 33 tracks conjugados excelsamente durante una hora y cuarto.
Este Balance incluye un timeline para disfrutar y revelar todos los detalles en la escucha del mismo. Estamos ante una obra compleja que solo el creador sabría comprender completamente. Nosotros, como oyentes, tenemos la tarea de escuchar con atención para intentar descubrir sus intenciones, algo que no conseguiremos ahora ni nunca. Un goce atemporal sólo al alcance de unos pocos.
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