Demonios internos con grandes dosis de sátira en Working Class Woman
Cuando escuchas Working Class Woman sabes inmediatamente que estás ante algo muy personal. El cuarto álbum de Marie Davidson publicado a principios de mes a través de Ninja Tune es la confirmación del estatus artístico que ha alcanzado la canadiense, ese en el que ya vives 100% de la música, y no por ello no dejas de ser una currela en un ámbito que, sí, te gusta y te apasiona, pero que también te desgasta y le ves un reverso donde no todo es el país de la gominola. En esas grietas y experiencias de una mujer inmersa en giras que la llevan a recorrer los clubs y festivales de medio mundo -y además tiene que continuar creando para que su carrera avance- es donde, como mucho humor y sátira, la de Montreal saca a la luz demonios internos y la relación de amor-odio que siente en esta profesión.
Si lo miramos desde un punto de vista narrativo Working Class Woman puede considerarse la continuación lógica de su anterior álbum, Adieux Au Dancefloor, que conquistó a la crítica y gran parte del público hace dos años en el que su temática estaba centrada en una crítica velada sobre el desfase que se vive en la pista de baile desde un punto de vista clubber que decide echarse a un lado de tanta farra. Ahora completamos el díptico con la visión de la forma de vida que lleva quién está sobre el escenario.
Marie Davidson despierta una conciencia de baile y cuando expone sus pensamientos a través de sus producciones no sabes a ciencia cierta si se está riendo de nosotros, con nosotros o directamente está a medio paso de mandarnos a todos a donde amargan los pepinos. Aunque ella haya conseguido meter cabeza en la industria -tras unos diez años habiendo trabajado como camarera como sustento económico- y esté dentro de una posición media-alta dentro del sistema; no significa que éste no tenga sus taras, algunas con difícil solución a corto-medio plazo.
Esa es la gran baza del LP que puede funcionar a modo de diario de Marie Davidson escrito de una forma cruelmente cómica y podemos sentir su hastío.
Arrancar con 'Your Biggest Fan' es toda una declaración de intenciones. Con una base pesadillesca y opresiva abraza el spoken word donde se mete en el papel de toda esa gente anónima borracha y bastante perdida sobre su figura artística. Un retrato un tanto frustante de la fauna a la que tiene que enfrentarse cada noche cuando acaba sus directos que se recrudece cada vez más no solo en el tono sino en una segunda línea de voces susurradas dando una sensación de paranoia y depresión galopante de la propia productora. Es una intro que tiene mucha más miga de lo que parece y que quizá como público también nos debería hacer reflexionar.
Con 'Work It' da un volantazo con una producción más dinámica y bailable donde reivindica su figura de mujer trabajadora sin descanso. Un tema con buena pegada que se basa en una secuencia de percusión a priori simple que nos recuerda a la época dorada del electro-clash con una Marie Davidson en modo dominante con su ingenio y fino humor en el micro.
La canadiense ha comentado que este álbum es casi como una terapia de choque. Eso se percibe en temas como el monólogo interior en la desasosegante y feminista 'The Psychologist' donde se muestra fuerte y vulnerable a la vez, el cabreo y rabia que escupe en 'The Tunnel' completándolo con partes mucho más esquizo que parecen hechos para liberar toneladas de tensión como en el pistero 'Lara' o esa locura que es 'Workaholic Paranoid Bitch'. La pieza ambient 'Day Dreaming' es un oasis de tranquilidad en toda este maremagnum de sentimientos encontrados.
Entonces llega otro cambio de tercio con 'So Right', el track más luminoso y popero, hecho por el cuál ha recibido alguna que otra crítica no solo por el sonido descaradamente comercial sino por una letra impropia de Davidson al ser extremadamente insulsa y genérica donde todo es amor y felicidad. Parece poseída por el espíritu de Madonna o Kyle Minogue y resulta, cuanto menos, extraño. Pero si lo analizamos dentro del contexto del álbum parece ser otra nueva jugada maestra cargada de ironía y sarcasmo. Una máscara con la que se expone como producto de masas, más allá de una interpretación de oda al hedonismo que se quiera darle. Porque para esto último también tenemos 'Burn Me', un ejercicio puramente techno que directamente la ata a un ambiente clubber del que tampoco puede escapar si quiere seguir en el juego. Ofrece dos productos de la misma industria.
Este egotrip de álbum se cierra con una poética reflexión final 'La Chambre Intérieure' que comienza a narrar en inglés para cambiar a su lengua materna, el francés, en la que adopta conciencia y aceptación de la persona y artista que es.
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