La música de Luke Abbott es trascendental: sus composiciones parten desde un asombroso y complejo estro para llegar al oído inquieto aspirando a despertar fascinación en el destinatario, creando una experiencia que trascienda. Si el vínculo, además, se genera en plenitud, la escucha adquiere tal relevancia para el oyente que puede cambiar su percepción conocida y crear otros puntos de partida en la comprensión musical.
Esta pretenciosa conclusión es el resultado de años de escucha, de adentrarse en su discografía y, por consiguiente, en la de Border Community; sello por donde publica Translate, su tercer álbum en solitario seis años después del último. Aquellos que se han machacado un venerado catálogo como el de BC, primero fueron sorprendidos para terminar siendo incomprendidos: sorprendidos por no comprender que estaban escuchando, por no aventurar lo relevante que sería discernir esa música tan poco convencional, e incomprendidos por no encontrar mayor reciprocidad emocional ante otros melómanos. Y el ciclo puede volver a producirse, porque Abbott entrega once producciones grabadas en una única toma en vivo para su citado nuevo álbum: un trabajo en el que plasma un viaje iniciado desde el estudio de James Holden –que ayudó como guía espiritual e ingeniero– para mostrar su sonido más identificativo del momento, grabando cada pista en directo para conservar la gratificante esencia de la improvisación, empleando diferentes técnicas para la experimentación musical que llevó a cabo durante el desarrollo del disco, propiciando diferentes pasajes que abarcan un mismo viaje donde cada uno contiene una trabajada composición previa para la única mencionada grabación. Translate por momentos es fascinante y desconcertante, provocador, emotivo… un disco para oídos incomprendidos.
Música de fantasía.
Si algo caracteriza esta forma de interpretar la música que lleva mostrando Luke desde hace más de una década, es que incita la escucha imaginativa. Dejarse llevar suele ser una forma de predisponer la escucha sin prejuicios, sin esperar ciertas reacciones naturales durante la experiencia, y aquí es necesario. Porque con cada escucha se desvelan detalles, intenciones y emociones; que, sin pretenderlo, despiertan el imaginativo del oyente cuando éste logra crear un vínculo con la obra. August Prism, por ejemplo, tiene tanta fuerza en sus primeras escuchas que cuesta poco empatizar y emocionarse con ella, suena fascinante su épica: pura borrachera emocional capaz de arreglar el día. El entramado melódico, el ritmo en segundo plano, la creciente emotividad épica… otra pieza maestra para la discográfica. Pero antes de llegar a ese desenlace hay que adentrarse desde 'Kagen Sound', con su llamativa y deslumbrante melodía, donde el ritmo lento engancha y provoca esas primeras impresiones imaginativas. El videoclip que acompaña al single sirve como combustible imaginativo entre luces en la noche de Londres. Sintetizadores entrelazados en 'Our Scene', siguiente corte en tono melancólico, donde la melodía vuelve a ser protagonista por encima de una percusión presente pero escondida para crear la sensación de cadencia porque las melodías enganchan desde el loop con fuerza. Aunque la melodía sea la materia prima, en 'Flux', se muestra más enfocada al ritmo, creando un corte menos alocado pero con cierta intención excéntrica que provoca una subida en su tercio final apoteósica. En este tramo la escucha alcanza otro plano, otro nivel, otra trascendencia.
Como en toda experiencia, Translate, también tiene sus altibajos: 'Ames Window' es un ejercicio de improvisación que puede hacerse largo, no por su duración de más de nueve minutos sino por su carente incitación en su segunda mitad; si, se realzan las melodías pero estas embriagan más que sugieren. El viaje llega a su primer interludio con 'Roses', muy sugerente pese a no llegar al par de minutos, que enlaza con 'Earthship': un giro tenebroso e inquietante en la experiencia donde las bajas frecuencias toman el protagonismo y aparecen las primeras cuerdas, sorprenden las notas estridentes aunque no quede clara la intención tras casi siete minutos. En la misma línea prosigue 'Living Dust', que adentra la escucha en la oscuridad menos iluminada pese a los continuos arreglos melódicos frente a una base más marcada. Nuevo interludio, 'River Flow', en cuerdas y algo insustancial como el primer minuto de 'Feed Me Shapes', que luego despierta con una guitarra a la que se suma maravillosamente una melodía.
Tras un tramo tenebroso, poco conocido, pero ciertamente interesante en el discurso de Abbott, la emotividad luminosa aflora nuevamente en Luna –que resulta un previo adecuado a la citada pieza maestra 'August Prism'– con un derroche melódico digno de presenciar en directo, tal y como hemos imaginado durante casi una hora de escucha en esta experiencia de fantasía donde la realidad es bien diferente y los idiotas vuelven a ganar.
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