En apenas tres años Tomorrowland se ha convertido en el festival más deseado para poder asistir por la gran masa juvenil a nivel mundial. Así en general. El mastodóntico evento que se celebra en Bélgica aglutina todos los estilos de música electrónica posible. Predomina la música comercial o EDM pero también hay hueco para escenarios de música más purista. Hay de todo como en botica. Eso y su espectacular montaje (o viceversa) son los reclamos. Pero lo que le ha hecho tan famoso es por sus curradísimos y larguísimos aftermovies. Esa es la clave para que la gente piense a pies juntillas que Tomorrowland es la hostia en verso y que matarían a su madre por conseguir una de esas miles de miles de entradas que se agotan a los pocos minutos de ponerse a la venta. He aquí el motivo, que en menos de 24 horas ha superado millón y medio de visitas:
Y sí, obviamente el trabajo que hay depositado en este mini-documental de media hora es digno de aplaudir. Pero lo que no soporto es que la gente se muera por acudir a un festival así solo porque ha visto el susodicho aftermovie. Y el ejemplo es que anoche Tomorrowland 2013 fue TT en España. Una cosa que a nivel de música electrónica solo ha ocurrido en este país por el aciago episodio del Madrid Arena.
Ir a un festival de electrónica que te entra por los ojos no es el camino. Veo como muchas amistades se mueren por ir a un sitio que ni siquiera saben qué música se pone. Solo ve fiesta y lo mismo da Aviici, W&W, Jeff Mills, Frankie Knuckles, Pitbull o Paquito el Chocolatero. Gente que no apoya a su propia escena de club local. De hecho creo que ni siquiera conocen el concepto de "escena de club".
Que sí, que soy consciente que a los que nos gusta de verdad este estilo de vida (porque al final se convierte en eso) somos unos freaks y tal, pero al menos esforcémonos en que la gente sepa que Chicago y Detroit, por poner un ejemplo, son algo más que dos ciudades de Estados Unidos. Aunque a veces sea como predicar en el desierto, puede que un día algún borrego se salga del rebaño.
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