DGTL 2016, bailes veraniegos en Barcelona

Por Daniel De la Fuente

Los pasados 12 y 13 de Agosto, el festival electrónico DGTL -o DiGiTaL (pronunciado "diyital"), para los amigos)- franquicia barcelonesa de su hermano mayor holandés, aterrizaba en nuestro país por segunda vez, localizado en el espectacular Parc del Fórum; a saber, de las mejores herencias para los bailarines y festivaleros que dejó la época de vacas gordas en la capital condal. Un recinto céntrico, en plena ciudad, al aire libre y en la misma orilla del mar Mediterráneo, con instalaciones y sobre todo espacio de sobra para una propuesta de estas características. Atraídos por una propuesta artística a priori interesante y una ciudad de la que estoy enamorado, cuando surgió la oportunidad de asistir, no tuve ni la más mínima duda: de nuevo, este madrileño bailaría en Barcelona.


Organizativamente, DGTL está a la altura; manejando un concepto y orientando sus instalaciones hacia el tan de moda concepto “ecofriendly”, que se materializaba en escenarios sobrios pero efectivos, promoción del reciclaje, estética post-industrial, vasos reutilizables y comida vegetariana. Ciertamente, a priori puede ser un incordio, pero la originalidad de la decoración y la conciencia medioambiental valen la pena si se trata de pequeñas molestias como el hecho de que no se imprimieran horarios del festival o que hubiera que cuidar los vasos de las cervezas bajo penalización de dos euros.

En cuanto a lo que más nos importa a los locos de los bafles; los sonidos eran sobresalientes, especialmente en el escenario Stereo, el más dedicado al techno. Buenas piñatas de FunktionOne, como a todos nos gustan. El escenario Audio, el más espectacular, orientado hacia el puerto y también sonando fuerte y nítido sobre todo en las primeras filas. El phono, localizado debajo de la placa solar emblema del Forum, era el escenario que más encanto tenía; pequeño, recogido, de escasos artificios, con buenas vistas y con el dj a pie de pista… como a los verdaderos Clubbers nos gusta. Por el contrario, el escenario Digital sonaba muy regular: potencia y volumen, sí, pero también reverberaciones y poca nitidez, lo cual penalizó algunos de los sets que allí se pudieron, más que escuchar, “adivinar”. Quizás el único punto negativo que podemos resaltar de los aspectos logísticos y organizativos del festival.

Así que tras una opípara comida, hicimos nuestra entrada el viernes sobre las seis de la tarde. En primer lugar, en la vuelta de reconocimiento, comprobamos que el recinto es amplísimo y se encuentra bien distribuido, que hay muchas barras, pocos baños – mala noticia para los bebedores de cerveza como yo -, un público joven, colorista e internacional y muchísimas ganas de jarana.


Un par de temas bastan para chequear que Gardens of God no pasará a la historia del tech-house como el Dj más fresco e innovador; así que nos dirigimos al Stereo, el escenario principal para disfrutar de un directazo de techno como Dios manda: melodías, sabor a maquinaria añeja, breaks, 4x4, no demasiadas revoluciones pero bombos secos y contundentes. Es VRIL, que ajeno a la temprana hora, está dándonos un buen repaso a todos que quizás hubiera lucido más a altas horas de la madrugada.

Tras esa primera sacudida y buscando un poquito de groove y tranquilidad, nos encaminamos al escenario Phono, el más acogedor y original de todo el festival; para quizás unas mil personas y situado debajo del emblema del recinto, la placa solar. Con el mar como telón de fondo, podemos ver terminar su set a un entonadísimo Job Jobse, que cierra su slot con una remezcla del Born Slippy absolutamente agradecida; ovación cerrada y turno de uno de los Djs y productores europeos más en forma; Fort Romeau, que armado con una pesada maleta de vinilos desgrana lentamente algunas de las bombas que los amantes de la “música bonita” llevamos unos meses bailando y bailaremos en los próximos. Una técnica sobresaliente, máxima concentración en cabina y mezclas sin virguerías pero efectivas para un más que correcto set, en el mejor escenario, a la mejor hora posible, la del atardecer.


No veremos la culminación de las dos horas de Romeau porque es la hora del techno: nos espera Surgeon y Oscar Mulero, que en una sucesión de tres horas, y aprovechando el implacable sonido del escenario Digital, no dejan títere con cabeza. Una mala decisión seguramente por mi parte acercarme a ver a Kink en el vecino escenario Audio, porque con lo que me gusta el húngaro, en el DGTL no tuvo su día: no sólo la selección musical fue bastante previsible y “facilona” y la técnica le falló por momentos. De todas formas a KiNK se le perdona porque se le quiere demasiado y ya nos ha demostrado en tantas ocasiones de lo que es capaz. Seguramente le despistó alguna rubia que le bailaba absolutamente entregada en las primeras filas del escenario. Y oye, también lo entendemos.

Prescindiendo de los sets de cierre más convencionales, decidimos asistir al cierre a cargo de Ben UFO, que cogía los mandos del escenario Phono tras unos también entonadísimos (como de costumbre) Hunee&Antal. Sin saber muy bien qué esperar, un set de house clásico, chicaguero y tribal nos mandó a la cama con una media sonrisa, que no fue completa porque el británico ciertamente destaca más en otros estilos más eclécticos, pero que bien sirvió para cerrar una primera jornada de notable.


El segundo día, el sábado, las fuerzas están más justas, pero las ganas de disfrutar se mantienen. Yo tenía marcada una actuación en rojo; la pareja Bedouin, que puede ser uno de los puntales de la “camada Acid Pauli” con su house hippy, étnico que sinceramente disfruto como un enano. Desafortunadamente, el horroroso sonido del escenario Digital deslució completamente su actuación.

También deslució, pero por fortuna no estropeó del todo el que a mi gusto fue el mejor set, y con diferencia, de todo el festival. Hablamos de John Talabot; probablemente el Dj más en forma de la escena nacional, y parte del extranjero! Hablamos de esos Djs con mayúsculas, que saben llevar una línea, seleccionan la música con esmero y lo acompañan de una exquisita técnica. En este caso, Talabot se decantó por un set oscuro, inquietante y melódico, a unos 120 bpms, y culminándolo con su remezcla al Sfire, que por cierto sale publicado en vinilo en un par de semanas por Cocktail dÁmore.



Eran las nueve de la noche y aún quedaba un cierre con mucho, ¿Demasiado? Techno – pero como nos perdimos a Robert Hood, todo lo que quedaba era simple, facilón y plano a más no poder. Le dimos una oportunidad al esperado b2b entre Âme y Rødhåd, pero sucedió lo que era previsible: Ni Âme fue Âme, ni Rødhåd fue Rødhåd – se encontraron a medio camino entre las turbinas, el bombo continuo y el subidón interminable. Infumable. También le dimos una oportunidad a Agoria, que fue muy celebrado por los veinteañeros holandeses, pero se nos quedó extremadamente corto a los que buscamos un poquito más allá en esto de la música electrónica. Tras valorar terminar la noche con los residentes del Berghain, preferimos terminar nuestra andadura por el festival bailando a Jeremy Underground en el escenario Phono; cuando las fuerzas fallan, un set de house y disco clásico para mover el bullate y sin mucha densidad en un ambiente divertido y familiar es definitivamente una apuerta ganadora.


En definitiva: el DGTL se convirtió en un éxito de público, organizativo y artístico a todos los niveles – salvo pequeños fallos que quizás puedan incomodar a quienes tenemos un poquito más de rodaje en estas lides, pero que se pasan por alto en el global de la valoración por parte de la mayoría del público. Ciertamente, el line up de artistas ofreció más o menos lo esperable – no en vano era una selección de los djs y directos más aclamados de los últimos tiempos; aunque algunos echáramos en falta un poco más de riesgo y variedad. 

Aún así, y con todo, un notable para esta nueva cita a la que seguramente asistamos de nuevo en un futuro – hasta el año que viene!

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