Si hay una palabra para definir lo que ocurrió en pasado 17 de septiembre en la terraza de Fabrik esa fue nostalgia. La vuelta a la sala de Moraleja de Enmedio de un evento con tanto calado entre clubbers veteranos como es Goa, y más con una fiesta como Madriz Me Puede planteada única y exclusivamente en la terraza con la excepción de la zona Hotel, era motivo más que suficiente para que todos aquellos fieles que se reunían al sol un domingo vez al mes durante 9 años (de 2003 a 2012) para bailar música electrónica de calidad en el sur de Madrid, volvieran a lugar donde tantos buenos recuerdos tuvieron. Esa magia y ese espíritu se palpó desde el principio y la organización fue muy inteligente en reconducir la sesión a algo más pequeño y reducido sin tener que abrir la main room. Confort para todos, reencuentros por doquier, bailes por un tubo y los artistas de la escena madrileña rindiendo como se espera de ellos. Fue una fiesta adulta donde los treintañeros (y los cercanos los veintimuchos y los de los cuarenta y pocos) eran mayoría. Una especie de vieja guardia que acudió a la llamada y eso se notó en el ambiente recuperando un espíritu familiar y cercano de la añorada crystal room.
Porque hay que ser claros, la etapa de Goa Electronic Parties en Fabrik tuvo un antes y un después a partir de diciembre de 2012, la última fiesta hasta la fecha que contó con la terraza. A partir de ahí, aunque continuó celebrándose regularmente en esta sala durante prácticamente dos años, perdió gran parte de acólitos y nunca se recuperó del golpe para habituarse a una fiesta en el que el lado diurno dejó de pesar tanto al solo poder recurrir a recintos completamente cerrados y por lo tanto más oscuros.
Esta vuelta a la luminosidad con tres escenarios -uno al aire libre justo al lado de una crystal room sin cristales, la Upper Floor de toda la vida y el Hotel como sala cerrada propiamente dicha- fue todo un acierto. Quizá un público más joven acostumbrado a más espectacularidad, confeti, megatrones y disfraces no le resultara del todo atractiva la propuesta y eso se notó en la entrada, porque al final el gran grueso que llena una fiesta es el público más joven. El estado del parking principal de Fabrik como buen termómetro del éxito de un evento en la mastodóntica macrodiscoteca anunciaba que, efectivamente, esto iba a ser una excusa perfecta para volver a reunir a su público veterano con la icónica fiesta Madriz Me Puede donde el line-up estaba compuesto por el talento que emana la escena madrileña.
Nuestra llegada fue a las cuatro de la tarde y el acceso no era ni siquiera por la puerta principal de Fabrik sino por la parte posterior que da al club social. Entrada rápida y sin complicaciones para dar directamente a la zona de la Upper Floor, que fue el lugar en el que pasamos gran parte de nuestro tiempo, donde estaba un Orbe repartiendo un Techno muy serio pero sin llegar a apretar las tuercas al personal porque a esa hora no era necesario. De ahí tocó reconocer el Open Stage donde se estaba dando un energético concierto de Cycle en el que se volvió a poner de manifiesto que La China Patino continúa siendo todo un animal escénico. No había demasiado público pero todo el mundo estaba entregado a los ritmos de la banda de David Kano y cía. También la gente nos repitió hasta la saciedad lo buena que fue la actuación de D.Y.O.R. y el set de Gaspar Antuña (antiguo programador de Goa y de su after oficial en Weekend).
Tras unas cuantas bromas buscando a los patos de la terraza, de nuevo se puso rumbo a la upper floor para ver al gaditano Orbe subir la intensidad en la recta final de su set. El de Algeciras está teniendo un año de dulce con la publicación de su segundo LP y su estreno en un sello del calado de Hivern Discs además de pinchar cada vez más y ser más reconocido fuera que dentro de nuestras fronteras. Una sesión con el vinilo como único protagonista donde sonidos clásicos entre Detroit y Berlín pasando por Inglaterra -a veces más dub, a veces más marcianos- ponían en "órbeta" a los asistentes.
A partir de aquí llegaron más artistas que ya habían pinchado antes en aquellas maravillosas Goas con terraza. Primero Damian Schwartz que venía de inaugurar Sigh, la nueva sesión en la reapertura de la Sala Stella -¡joder, qué fin de semana tan 2007!-, y tampoco se complicó en demasía siguiendo la estela de su predecesor. También con el vinilo como única herramienta el de A Harmless Deed continuó por la senda technoide más clásica con algún repunte clásico y algún toque más de un House áspero y sin dulcificar. Un set de músculo y fibra.
Los que quisiesen algo más housero tuvieron que esperar a los hermanos Garayalde. El dúo Kyodai también con unas cuantas Goas a sus espaldas tanto como Kyodai como Wagon Cookin fueron los encargados de dar un cambio de tercio, bastante agradecido por cierta parte del público presente, hacía parajes House mucho más alegres y no tan oscuros y opacos. El resultado fue muchas manos al aire desde el primer momento con la marcha y el buen rollo contagioso que aportan los navarros, pero en honor a la verdad en su último tramo hubo un trasvase más que evidente de público a otras zonas.
De vuelta a un Open Stage con mejor color en cuanto al ambiente estaba un Eduardo De la Calle con Techno tántrico que siempre sienta tan bien pero que nos hizo preguntarnos si no hubiera sido mejor y más lógico que él hubiera actuado en la Upper Floor y que Kyodai comandaran un escenario donde se bailaba bajo el sol. Con todo y con ello De la Calle cumplió como se espera de un artista con tanto bagaje. Además se le vió especialmente contento mientras pinchaba y eso se transmitió a la pista de baile. Y sí, nos volvieron a decir que nos perdimos un directazo de la mano de Vasco Ispirian.
Otra vez en la Upper Floor los responsables de la sesión mensual Mistura, o lo que es lo mismo Simón García y Papol, tomaron las riendas con su particular música bailonga y dinámica pero nada agresiva. Su concepto es diversión y hedonismo donde el techno y el house se intercalan sin distinción. Y aunque arrancaron con un pista algo vacía porque la gente se reubicó entre el Open Stage y el Hotel, consiguieron volver a poner bastante color y ambientazo a este área.
El ganador por goleada en cuanto a asistencia y conexión con el público fue un Ramiro López que actuó con un Open Stage lleno hasta la bandera. El de Suara y Odd Recordings, tuvo el slot de horario más agradecido puesto que aún pegaba el sol y los más rezagados ya habían entrado. Todo el mundo, el dj manchego el primero, con ganas de pasarlo fenomenal y en ese sentido López supo dar en la diana para que la gente no parara de mover la cadera, los pies y los brazos a ritmo de un Tech-House de nueva generación que tan bien funciona para los que buscan baile y desenfreno.
Su relevo fueron HD Substance y Leandro Gámez, dos perros viejos que tuvieron una visión mucho más expeditiva y clásica. HD más duro y seco mientras Gámez más percusivo. La experiencia es un grado y ambos se complementaron a la perfección sin ningún momento estridente.
Con la noche cayendo sobre nosotros no nos podíamos ir de esta fiesta sin pasar por la zona reservada a Halley. David Ponziano y compañía fueron los capitanes generales del Hotel Room. Antes de marcharnos catamos por enésima vez la clase, inteligencia y buen gusto del cordobés Javi Redondo que con suma elegancia estaba dominando a una pista bastante animada a través de un viaje llenos de beats y capas melódicas en su línea. Una pena no habernos quedado más tiempo.
En definitva el sabor de boca es que gran parte de la esencia de Goa ha vuelto, y si bien la fiesta no se puede calificar como un exitazo en el sentido de un reventón, lo que no cabe duda es que este es el camino para volver a ser lo que una vez fue. El próximo mes de diciembre por su aniversario será una reválida para comprobar si en 2018 esta mítica fiesta resurge con la fuerza y personalidad que siempre le caracterizó.
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Fotos: E&R y Pablo Gallardo
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