Aunque agosto ha sido un mes de stand by en esta casa, no hemos estado totalmente desactivados y hemos acudido a unos cuantos festivales nacionales e internacionales de los que en estos días irán saliendo diferentes crónicas. Vamos a empezar con la noche inaugural de Medusa Sunbeach Festival celebrada el pasado 10 de agosto. Una cuarta edición que a todas dudas fue la más exitosa en cuanto a público. Este es un evento al que nos solemos acercar los últimos años pero que nunca hemos hecho una reseña específica. La propia configuración del festival está ideado como una especie de Tomorrowland cañí con un impresionante despliegue en el escenario principal, donde la variedad de estilos hace que en Cullera se de un público de lo más variado: mucha juventud en los escenarios más comerciales y en los más contundentes, mucha vieja gloria en modo nostálgico en la zona remember y mucho libretilla y algo de macarreo en la zona más Techno. Estaba claro donde ibamos a acabar prácticamente toda la noche.
¿Por qué decidimos pasarnos este año y dedicarle unas líneas? Básicamente por cuatro nombres que coincidían la misma noche en el mismo escenario: Helena Hauff, Marcel Dettmann, Ben Klock y Jackmaster. Una fiesta en el denominado stage Resonance que para esta ocasión se disfrazaba del popular Circoloco ibicenco. Suficiente para aparecer por esta localidad levantina lo más temprano posible para ver a la de Hamburgo.
Un pequeño inciso antes de continuar con la crónica. Todos sabemos que este año hubo una gran polémica en las redes sociales, tanto en Twitter como en Facebook, derivada del comportamiento y el trato del jefe de prensa de Medusa Sunbeach Festival a diferentes compañeros de otros medios de comunicación especializados, principalmente cuando accedían al backstage por invitación de artistas o agencias. Respecto a este punto nosotros no podemos pronunciarnos porque la noche del jueves, única que acudimos, no nos encontramos con el responsable de prensa del festival y pasamos toda la jornada a pie de pista. Aclaramos que cuando hemos acudido a otras ediciones no hemos tenido problema alguno tanto en la zona de prensa como para subir a escenarios pero tampoco podemos poner en duda las quejas de los compañeros.
Eso no quiere decir que este año se notaran ciertos fallos y tensiones en la organización, por lo menos el primer día. Para empezar con nuestras acreditaciones ya que una de ellas se quedó en el limbo y tuvimos que acudir a una zona de incidencias inusualmente llena para las horas tempranas que eran. La gran problemática era el sistema cashless, lo típico que ocurre la primera vez que se instala.
Volviendo a la entrada de un fortificado festival donde el dispositivo de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado es de los que daban respeto, lo más chocante fue el cambio de distribución de escenarios sobre todo el principal y el de Techno que era el que estaba más cerca de la entrada y a su vez más apartado del resto. Allí estaba una Helena Hauff fiel a sí misma dando un recital de su música cargada de Techno y Electro impenetrable.
Los que estábamos allí reunidos, que no eramos muchos, sabíamos a lo que ibamos y disfrutamos como gorrinos en una charca de barro. El horario era demencial para una mujer que supo cubrirnos con su manto oscuro en los últimos momentos de luz del día, mucho mejor si hubiera cerrado escenario. Su sesión fue seria y supo manejar tiempos. Tuvo que lidiar con los clásicos problemas que pueden surgir cuando se pincha en formato físico y tuvo algún que otro salto de aguja que descuadró alguna mezcla. Pecata minuta para los que sabemos cómo se las gasta esta mujer, pero sacrilegio para algún que otro asistente que ni siquiera sabía a quién tenía delante.
Si la Hauff no fue la mejor de la noche es por culpa de un compatriota suyo llamado Marcel Dettmann demostrando la buena forma por la que está pasando uno de los residentes de Berghain. Hay muy poco que decir sobre él y el rodillo de Techno que suele desplegar cada vez que se sube a una cabina pero si a eso le añades que cada vez más apuesta por sonidos electros lo que se queda es una sesión variada en cuanto a cambios de ritmo que respira oscuridad y vida. El gran triunfador de la noche que siguió la estela de la de Return To Disorder a pesar que en estos momentos electrizantes no fueron recibidos con demasiada algarabía por la gran mayoría que parecían no entender los cambios.
Lo que no entendimos nosotros fue insertar a The Martinez Brothers en medio de la noche. Bueno, sí lo entendemos; eran los más conocidos de este escenario y puede que sean los que mejor representen el espíritu festivo de Circoloco, pero su música estuvo en las antípodas de lo anterior. Si al menos hubieran optado por su versión más housera neoyorquina, pero no. Ahí estaban para hacer caja y repartir música sin alma pero con mucho subidón y filtritos que volvía loco al personal. Esperar algo más especial hubiera sido mucho pedir así que fue un buen momento para hacer un reconocimiento al resto de escenarios y comer algo.
La puti-vuelta no duró demasiado al encontrarte en un escenario principal y observar con horror que los Dj´s de música comercial se han convertido en animadores micro en mano diciéndoles al público qué debe hacer y cómo debe hacerlo (además de no parar de dar las gracias una y otra vez), compruebas en otro escenario que Robbie Riviera continúa en activo y concluyes en un tercer stage que se te ha pasado el arroz al ver a la chavalada lanzando patadas al aire al ritmo de hardstyle. Volvimos a nuestro habitat natural con los dedos cruzados para que la turbina de los hermanos Martinez hubiera concluido. No tuvimos esa suerte.
Ben Klock volvió a traer la cordura y el otro residente de Berghain optó por un Techno tradicional bien seleccionado y bien mezclado donde incurría en parajes ácidos con frecuencia. Una gran idea para las horas que eran. Pocas concesiones de cara a la galería de parte de este latin lover berlinés. Cumplió de forma profesional y aunque no destacará especialmente, sobre todo en comparación con su compañero de club, hizo un trabajo impoluto con el que marcharse con la cabeza alta del evento.
Una ilusión que se fue al garete con el b2b más aberrante que he visto recientemente. Para finalizar esta primera jornada juntaron en cabina a Davide Squillace con Jackmaster. Musicalmente el italiano y el escocés se parecen lo que un huevo a una castaña, y aunque a veces los polos opuestos se complementan aquí no fue la ocasión para decir tal afirmación. El primero optó por música patrocinada por la cofradía del bombo continuo mientras que el segundo prefería cositas más raveras, alegres y, claro está, británicas. Y, efectivamente, no cuajó el asunto por la bipolaridad tan marcada de ambos discursos. Ninguno se amoldó al otro lo que hizo enfrentarnos a un set esquizofrénico notándose claramente la personalidad de ambos en cada cambio. El problema residía en que cuando cogías el punto a uno, había un cambio de tercio y así constantemente. Lo mejor fue una retirada a tiempo de un festival que ya prepara su quinta edición y un desembarco al otro lado del Atlántico.
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