Por Diego Fernández
Que en pleno 2018 un sello siga con la virtud de lanzar al mercado semejante cantidad
de referencias, todas –o casi- de supina calidad, dice mucho de su labor de A&R y su
filosofía musical. El último en estampar su firma en la etiqueta propiedad de Gordon
Gieseking no es otro que Mitch Von Arx, un joven a caballo entre su Londres natal y un
pequeño pueblo ubicado en los Alpes suizos. Y es precisamente de ahí, de las alturas,
de donde nace este largo influenciado por las majestuosas montañas que le han
servido de inspiración.
Sin embargo, y a sabiendas lo que cocina este chef londinense, que uno no espere ni
bombos fríos, ni melodías invernales. De éstos hay poco. Al revés, ciertamente
centrado en la pista –mucho más que su última referencia-, Pyramids es alegre y
aunque resulte sorprendente, cálido. Sin rastro alguno de la melancolía y nostalgia que
acostumbra a brindar el sello con base en Berlín, aún y todo, el disco sigue siendo
evocador, apelando a los sentimientos más profundos y explorando la dicotomía entre
lo orgánico y lo sintético a través del gusto por lo sonoramente imperfecto. Porque lo
imperfecto juega en Pyramids un rol fundamental, un papel como parte del todo -
véase sintetizadores disparando sonidos atonales, desafinados, distorsionados y
glitcheados-. Y es que es de aquí de dónde parece proceder su imaginaria fascinación
con las posibilidades y las opciones de la electrónica de hoy en día. Un proceso que
roza el minimalismo noventero (para muestra su corte, ‘Blizzard’) y la composición
electroacústica.
Desusadamente, Von Arx aparta las melodías casi a un segundo plano, robándoles el
protagonismo la abundancia de texturas, grabaciones de campo y diferentes
elementos sonoros coleccionados durante años. Secundados éstos por samples de
guitarras en varios de sus cortes, lo cierto es que tracks que pasarán al recuerdo hay
más bien pocos… Con un ‘Skim’ que podría alzarse como single, sustentado por una
bassline deepera y que nos recuerda al mejor Nuage, tanto el tratamiento de sus capas
y texturas como la multi-instrumentación hacen el resto. No se quedan atrás -quizá
demasiado cortos- los dos minutos de slowtempo de ‘Fonte’, o la despedida sintética y
épica del homónimo ‘Pyramids’.
Pero si hay un corte que brilla con luz propia, ese es ‘Diamond Dust’, un guiño al IDM
de su generación apretujado malamente entre un tracklist al que puede que le sobre
más de un tema. Porque este es el mayor “pero” del trabajo: el corto espectro entre el
que se mueven la mayoría de sus tracks, con aires y esencias demasiado similares
entre sí y con un mensaje algo falto de creatividad. Claro que para ser su disco de
debut, sin todavía alcanzar una madurez artística notable, en peores garitas hemos
hecho guardia…
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